Justo cuando él estaba viendo la magnitud del robo con sus propios ojos , y estaba ahí, pisando su casa, sintiendo que se vino abajo, sucia, inhabitable, destruida por el agua que se coló por el techo que nunca se reparó… ahí, cuando él, en conversaciones agridulces medianamente nos dejaba saber lo que se habían llevado, lo que habían destruido, el descuido que habían dejado tras usar repetidamente su taller de mecánica y sus herramientas, en ese justo momento alguien me preguntó por qué mi hermana y yo no hicimos nada para evitar todo ese desastre, si ya teníamos advertencia de lo que estaba pasando.
Ya aquí todos sabíamos que las camionetas de mi papá estaban siendo destruidas, que el carro de mi mamá lo usaron para ir a la playa, que su taller parecía pocilga. Las personas del pueblo vieron cómo hasta la lavadora de mi papá era sacada de la casa, una nevera nueva, una bicicleta sin uso en su envoltorio original, y ni hablar de todos los materiales que, un señor que desde los 15 años ha trabajado mecánica y que levantó su negocio desde cero haciéndose con equipos importados, adaptados, algunos fabricados por él; un señor tan meticuloso y resolutivo, con una peculiar forma de trabajar que para él todo ha de tener un orden, y cada pieza, cada cosa tiene un valor significativo y por eso, todo lo termina solucionando. Recuerdo que mi hija de pequeña decía que él era el hombre más inteligente del mundo, y yo así lo creo.
Dentro de mí siempre ha habido una dicotomía porque mi preocupación es “el hoy y el mañana”, y siempre quise e insté a que esa casa y todo lo material, fuera un activo que permitiera a mis padres tener un futuro mejor, en un país en donde la calidad de vida y su bienestar estuviese más cerca.
Quizás ese modo de pensar se apoderó de mí con más fuerzas ese primero de enero que, con el diagnóstico de autismo de mi hijo pequeño recién asumido y un matrimonio roto, no me quedó vestigio de dudas que iba a criar a mis dos hijos sola. A veces, los diagnósticos retadores le quedan grande a algunos.
Tenía que buscar un país en donde la discapacidad y las condiciones de vulnerabilidad social fueran mejor atendidas. Sí, ese enero fue el más difícil de mi vida; tres duelos juntos y tener que decidir entre dejar a mi padre solo en un país que me resultó aterrador, o atender la sensación que invadía todo mi ser y me empujaba hacia la huida para velar por el bienestar de mis hijos.
Fue ahí en donde mi papá sintió la soledad. En su casa, en su país. Le quedó inmenso. Su mujer, sus dos hijas y sus dos nietos estaban al otro lado del océano. Y sé que lloró. ¿Quién no lloraría sumido en esas ausencias y en esa impotencia? Toda una vida trabajando, viviendo por el camino del bien, siendo buena persona y enseñándole a sus hijas buenos valores, para una noche verte apagando las luces sin nadie más en aquella casa. Y así noche tras noche…
Pero él vino. ¡Dios, que reencuentro! Mi papá con quien he estado toda mi vida. Lo abracé y lloré tanto, tanto, tan privada en llanto que tuve que irme a la cama a seguir llorando porque no era capaz de parar. Me imagino que así se sentirán los hijos que añoran y se reencuentran con sus padres, porque así lo sentí yo, pero yo soy tremendamente afortunada de tenerle a él.
Luego, arropado por la familia que le ama, él se quedó en un país que no era el suyo, en una casa que no era la suya, sin sus amigos, sin sus matas, sin sus perros, sin sus morrocoyes, sin sus vecinos, sin su negocio, sin sus camionetas que como él ha llegado a decir, eran parte de su propia esencia.
Él decidió quedarse y aunque me pesa demasiado decirlo, y le he rogado a Dios mil veces porque esa situación no fuese así, se quedó porque vio que su nieto tiene bastante necesidad de apoyo y que su discapacidad es compleja, se quedó por mí, y realmente no me hace sentir nada bien saberlo, no. Son de esas injusticias de la vida que no termino de entender, porque él es el abuelo, y sostener a mi hijo le corresponde a un padre que por decisión consciente y voluntaria está ausente.
Mi papá se quedó aún sabiendo que su hermano le estaba robando, que su hermano estaba destruyendo sus camionetas, que su hermano era un descuidado. Pero mi papá siempre ha sido noble.
Yo recuerdo cuando mi tío tuvo ese gravísimo accidente, ver a mi papá parado observando fijo hacia la autopista desde su taller y de repente recibir una llamada y decir en voz alta: ¿FUE ÉL? Y agarró su camioneta gris y salió a mil disparado hacia el sitio.
Luego, también recuerdo la paciencia única de mi papá acompañando a mi tío en su recuperación. Es ahí en donde la entramada se vuelve más cruel, ¿no crees? ¿cómo, si tu hermano mayor te confía las llaves de su casa, tú le robas así? Y sí, sigo insistiendo que fue robo, porque si mi padre falló y no le dijo a mi tío que le iba a pagar por cuidar, mantener, o limpiar, o lo que fuera, aquella casa, pues no te lleves sus cosas, déjalas ahí, mi padre no te debe nada, la vida no te debe nada…
Hubo confrontaciones, por su puesto, pero quien conoce a mi padre sabe que es un hombre pacifico, y algunos coincidirán conmigo que tal vez por esa razón es que sucedió lo que sucedió. Por esa razón fue que su taller se quedó sin herramientas costosas, y dentro de la casa ya no están los libros de cuento de mi hermana, la olla de presión de marca importante de mi madre, y hasta unos cojines de navidad totalmente inconfundibles que hizo la hermana mayor de mi papá, y que además, yo misma vi como descaradamente adornaban la sala de mi tío en una foto que se tomó y publicó su mujer, que de ella poco se habla, pero que para mí fue cómplice silente y fragante autora en este debacle familiar.
Se escucharon argumentos tan insostenibles como que otra persona que iba por encomienda de mi madre a buscar cosas puntuales, y que, además en todo momento fue bajo los ojos y el apuro constante y agresivo de mi tío, había sido el que se había llevado, en su mochila, cosas como por ejemplo la Wii o el hidrojet, o los modem de internet, y así, una lista de sin sentidos que voy recopilando en mi memoria. Una burla a la inteligencia, o mejor dicho, ahí es donde se mide la inteligencia de quienes fraguan esas tristes y débiles excusas para tales vilezas humanas.
Otro argumento de esos de los que huelen a culpa y de los que te vas contando mil veces para tener un discurso elocuente qué decirle hasta a quien no te ha preguntado, es que mi padre debió dejar INVENTARIADA la casa al entregar las llaves, y que ahora no tenía derecho a reclamar nada.
También hubo alguien que dijo con un tono de rabia y desdén: -Sí; yo si usé esa camioneta, pero le compré cauchos, batería y qué sé yo qué más dijo… ahora contesto yo con unas preguntas que hasta me parecen ridículas: ¿qué tal si no la hubieras usado y no hubieras tenido que comprarle nada? ¿O si hubieras mandado un mensaje pidiendo permiso por lo menos? Es que estamos en la era de la comunicación, ¿sabes? y mandar un mensaje hubiera resultado muy sencillo.
¡Ah! no olvidemos el colmo del cinismo, cuando mi tío le dijo a mi papá: - Méteme preso pues- ¡Que inmoral y triste, que falta de respeto! Pero los valores resultan tan caros, que no son apreciables para cualquiera. Y así se cumplen ciclos, porque los hijos son continuaciones de sus padres, y se dice que se peca de pensamiento, palabra, obra y OMISIÓN.
Mi papá tardó en enfrentarse a este problema, es verdad. Las señales estaban ahí. Ya tenía tiempo sucediendo, pero he entendido que en la vida, enfrentarse a los problemas y a una realidad así cara a cara, ameritó mucha meditación de su parte, le llevó su preparación, tuvo que responderse las preguntas necesarias que le hicieron estar seguro de lo que iba a hacer, necesitó estar bien emocional, mental y hasta económicamente después de una pandemia y de haberse venido sin nada, sólo con su talento y sus virtudes, a un país totalmente nuevo en donde tenía una hija y un nieto que lo necesitaban en lugar de poder tenderle una mano. Mi papá ha demostrado que lo que se aprende siempre se lleva consigo a cualquier lugar, y que los talentos bien pulidos abren caminos, porque aquí ya tiene labrado un buen presente. Tremendo ejemplo para cualquiera. ¡Bravo papi!
Y aun así cuando fue el momento emprendió el viaje del héroe para ver de frente con quien contaba y con quien no. Para sentir el apoyo de su familia de sangre y de amistad, para comer sus frutas preferidas, para visitar uno a uno aquellos afectos que lleva en su corazón, pero también tuvo que, por necesidad, pedir prestadas herramientas y “empujones” a muchas personas que en esas tres semanas le ayudaron a poner un poco de orden ante tanto caos. La ironía mayor fue que encontró que su casa no pudo recibirlo. No, no pude dormir en su cama; la realidad que vieron sus ojos fue mucho peor de lo que esperaba.
¿Por qué no hice nada? Dios, pido perdón. No sé qué podría haber hecho. Creo que ahora es que me toca seguir construyendo con todos los retos que tengo por delante. Y si, sigo pegada a Dios, pidiéndole, porque no la tengo nada fácil, y aun así, Dios sabe que sigo.
Yo quiero ahora es colocar un cartel que diga "La Casita" en este país. Es lo que yo sueño, pero esos son mis sueños.
Las lecciones aprendidas son muchas, cada quien verá lo sucedido desde los ojos de su corazón.